La cruda realidad de los niños que trabajan en el campo...


Zoraida Portillo (REDSEMLAC) De Rebelión

Juancito F. ya no puede ir al colegio.
Los dolores de cabeza son cada vez más intensos y las náuseas casi no lo abandonan.
Su mamá no sabe qué hacer porque en el establecimiento de salud le han dicho que todo está “normal”.
“Mañoso será pues, si no quiere ir al colegio tendrá que trabajar”, dice Teresa, su madre, una campesina peruana de 43 años.
“Yo sí sé que le pasa, está intoxicado con tanto plaguicida”, dice con resignación Ana López, su maestra, mientras lanza un suspiro y pasea su mirada por los alrededores de su escuelita rural.
Sus ojos cansados parecen saberlo todo.“He visto tantas veces estos síntomas en mis alumnitos que no necesito ser experta, estos niños fumigan por largas temporadas, los padres creen que es un trabajo sencillo y los mandan a fumigar a ellos, sin saber el peligro al que los exponen”, dice.
“A Juancito ya no lo van a mandar al colegio, lo obligarán a trabajar más y a fumigar más”, añade dolida.Estamos en un caserío del Callejón de los Conchucos, en la vertiente occidental de los Andes peruanos.

No hay comentarios: